Ahora que me envuelve la noche, ahora que siento el frío en mi
piel, que la sala se ha quedado sola, ahora que estoy sentada en este sillón
tan vacío sin ti, me doy cuenta de lo mucho que me haces falta. Tengo el
corazón dividido en dos. Un trocito siempre se queda conmigo. Es ese trocito
que te echa en falta, que te recuerda en cada caminar, que añora tus miradas,
tu risa, tu pelo, tus besos. El otro trocito siempre se va contigo, para que
sepas que estoy a tu lado, cada mañana cuando te levantes, cada vez que pienses
en mí, para que te llegue mi risa cada vez que pienses que no puedes más.
Llegaste a mi vida justo en el momento que pensaba que el mundo se me
derrumbaba. Allí estabas tú sujetándome a mí y a todo mi mundo, por muy
imperfecto que fuera, por muchos problemas que tuviera. Llegaste y me hiciste
sonreír de una manera que nunca nadie lo había hecho, y en ese momento reviví.
Has creído en mí, me has secado lágrimas, has reído conmigo, has hecho de mí un
ser mejor. No sabes el bien que me
haces, no sabes lo que significa para mí tenerte a mi lado, que seas mi
compañero de viaje rumbo a un destino que no sabemos dónde nos llevará. Pero no
me importa, porque si es contigo me da igual dónde nos lleve. Como dice la
canción “ yo no te dejo marchar, porque sin ti me muero de frío” Eres y serás
aquella luz al final del túnel. Todo por lo que sonrío. Gracias por estar en cada paso que doy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario